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23 oct 2018

"Molineros y Molinos" I


Es frecuente encontrarse en las orillas de los cursos de agua, que discurren junto a los Caminos del Norte, ...


con restos de pequeñas construcciones en los que nuestros antepasados molían el grano, ...


afortunadamente alguna de ellas aún logra mantenerse en pie, aunque sea con ayuda de la maleza que lo cubre ...


y en el mejor de los casos, también podemos encontrar alguno que otro rehabilitado como vivienda e incluso como albergue.


Pero lo que es prácticamente un milagro es encontrarse con lo que Ana y yo tuvimos la fortuna de toparnos, mientras dábamos un paseo por Rozaes, a poco menos de tres km. de los trazados de los Caminos del Norte y Costa en “La Villa”. Pues lo que en principio parecía un simple tintineo, resultó ser el increíble sonido de un molino de agua a pleno rendimiento.


Pero la jornada todavía nos tenía reservada otra sorpresa, pues al poco rato apareció José Manuel “el molineru”, hijo y nieto de molineros y digno heredero del molín del Mayorazu del que desde hace años se encarga de tener en perfecto estado, tal y como hicieron sus ancestros.


La pasión y el cariño que siente José Manuel por su “herencia”, la trasmite desde que nos enseña las viejas medidas utilizadas para el grano o para la “maquila”, cantidad de grano con la que se quedaba el molinero en concepto de paga por el servicio prestado.


A cuando nos explica el funcionamiento y meticuloso mantenimiento, que requiere éste preciso y en otros tiempos imprescindible ingenio, que él mismo realiza periódicamente con las mismas herramientas que ya utilizaron sus predecesores o hasta cuando nos regala una muestra de la harina recién molida.


Lo más curioso es que a escasos metros del Mayorazu se encuentra el molín de Santiago, que Maite, Ramiro y otro José Manuel también se encargan de mantener y poner en funcionamiento unas cuantas veces al año, ...


una de ellas con motivo de la Feria de los Figos, que cada año organizan los incansables vecinos de Rozaes en el mes de octubre.


El hoy extinto oficio de molinero fue fundamental para la sociedad asturiana durante siglos, ya que el grano formaba parte de su dieta básica, siendo imprescindibles las labores de molienda, noble y humilde tarea que era desempeñada tanto en régimen de vecería como de maquila.


En vecería, método más extendido, la propiedad y mantenimiento del molino corría a cargo de los veceros, habitantes de un pueblo, barrio o caseríos que se turnaban por horas, días o noches para moler en función de las condiciones del río, a la vez hacían el mantenimiento necesario.


Cuidados que en algunos casos corrían a cargo una sola persona, especialista o curioso, por los que cobraba en especias, o en el caso de labores de mayor envergadura o limpieza se realizaban en “sestaferia”, trabajo comunal en el que participaban con un miembro todas las familias de la vecería afectada.


Mientras que en el llamado de maquila, la propiedad era privada, cobrando por el trabajo en grano. Para lo que también se utilizaban medidas de madera, en este caso de menor tamaño que las habituales para medir el grano, como el “Copín” de aproximadamente 9,089 litros y el “Galupu” equivalente a medio “Copín”.


El objetivo de un buen “molineru” es lograr que la harina tenga la finura adecuada para cada cometido, reto que conseguirá logrando que el mecanismo gire de manera precisa y con el ritmo adecuado que no dañe ni al producto ni al propio ingenio.


El oficio también requiere hacer labores de cantería picando las muelas o reparando los muros de la presa, la canaliega o del propio molino, además de retejar, realizar trabajos de limpieza en las acometidas de agua y hacer acopio de leña para las jornadas más frías.


Por lo descrito anteriormente puede verse que éste noble oficio requería de un gran sacrificio y dedicación, desarrollándose en unas condiciones de humedad, polvo y precariedad considerables, lo que no impedía que durante las jornadas de molienda, en los cauces donde antaño abundaban los molinos, se respirase un ambiente casi festivo.


De la importancia de ésta actividad sirve como referencia el catastro del Marqués de la Ensenada del año 1753, en el que se relacionan 11 molinos en los poco más de 7 km de curso del río de Rozaes.

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