A buen seguro que en algún momento, de cualquier temprana mañana de Camino, hemos fotografiado la sombra que proyectamos a nuestros pies.
Pero la sombra de Peregrino más fotografiada y famosa de los Caminos que llevan a Compostela, no está proyectada por ningún caminante y no es visible con la luz del sol.
Ésta surge cuando al caer la noche se enciende el alumbrado de la plaza de Quintana, más concretamente un farolillo que cuelga de la pared catedralicia perpendicular a la Puerta Santa y la Puerta Real, a los pies de la Torre del Reloj.
La sombra representa la de un Peregrino ataviado con capa, sombrero y bordón, siendo proyectada por un pilar de granito al que baja un cable del pararrayos de la torre, que hace así de toma de tierra.
La misteriosa sombra que para muchos es el alma de un Peregrino que se quedó para siempre en la Catedral, acumula numerosas leyendas de las que transcribimos alguna de las más populares.
Cuenta la historia que hay una sombra que acompaña al peregrino durante el largo trayecto del Camino de Santiago, sintiendo su presencia durante los tramos más duros, pero tan solo logra el caminante encontrarse con ella en éste rincón de la plaza de Quintana.
Otra cuenta que es la de un sacerdote que estaba enamorado de una monja que vivía en el contiguo Convento de San Pelayo de Antealtares, a la que todas las noches visitaba a través de un pasadizo secreto, que bajo la plaza de Quintana, unía la Catedral con el Convento.
Un buen día el sacerdote propuso a su amada escapar, para comenzar juntos una nueva vida. Citándola en la Plaza de Quintana la siguiente noche, presentándose vestido de Peregrino para no llamar la atención, pero su amada no apareció y nunca más supo nada de ella. Y noche tras noche, la sombra del enamorado sacerdote sigue acudiendo a la cita con la esperanza de que un día aparezca su amada.
Otra menos extendida, cuenta que en siglo XV tiempo en que los delincuentes conseguían la reducción o indulto de sus penas peregrinando a Compostela, un joven francés llamado Léonard du Revenant hijo de un noble acaudalado parisino, fue acusado de matar a su padre con la finalidad de heredar su fortuna.
Tras ser juzgado y condenado a muerte el Duque de Borgoña, de quien se decía que era hijo natural, intercede ante los tribunales consiguiendo conmutar la pena a cambio de realizar la Peregrinación a Santiago, lo que le haría recuperar su honra y así poder heredar la inmensa fortuna de su padre.
Léonard comenzó su peregrinación desde Francia, pero al poco de cruzar los Pirineos, no pudo resistirse a los encantos de una hermosa posadera, así que se enfrentó al novio de la joven y lo asesinó de forma cobarde, esperándole oculto en el bosque, para raptar a la muchacha, violarla y asesinarla. Buscado por las autoridades, consiguió huir disfrazado de Monje Franciscano y tras muchas dificultades, consiguió llegar a Compostela ataviado con ropas de peregrino.
Ante el miedo a ser descubierto o identificado, entró al anochecer en la ciudad, pero se encontró a esas horas con que las posadas estaban repletas y no había lugar donde pasar la noche. Pensó que lo mejor sería acercarse a la Catedral y dormir pegado a sus muros, pues al amanecer podría acceder al interior de la Basílica para que las autoridades eclesiásticas certificaran el perdón de sus pecados y así poder reclamar la herencia.
A la entrada de la Puerta Real y bajo la Torre del Reloj se durmió, pero en medio de la noche y en sueños se le apareció el espíritu de su padre, Léon de Cornu, que le dijo: Léonard hijo mío : Con tu peregrinación a Compostela purgas la pena de mi muerte, puesto que yo te perdono, pero cumplirás condena por los dos jóvenes navarros a los que has asesinado vilmente en el Camino. Así pues, hasta que sus almas no peregrinen a Compostela y te muestren su perdón, no podrás abrazar al Santo Apóstol. Léonard, se levantó asustado y montando en cólera desenvainó su espada para atacar al espíritu de su padre, pero éste fue mas rápido y clavó la suya en el pecho de su hijo.
Desde entonces, noche tras noche desde hace seis siglos, Léonard de Revenant aguarda pacientemente delante de la Puerta Real a que sus jóvenes víctimas peregrinen a Compostela y le liberen de su pena.
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