Todavía no sabemos muy bien cómo, pero llegamos a Ponferrada. No teníamos ninguna confianza en que yo pudiera y hoy la verdad es que sufrí bastante. Una bajada que creía no se iba a terminar nunca. Creo que el paisaje es precioso pero apenas vi nada, tan concentrada estaba en no resbalar bajando por un camino empinadísimo y con piedra suelta, la cuenta para mi rodilla. ¡Qué envidia ver bajar a los ciclistas por la carretera a toda velocidad!
Se pasa por dos pueblos Riego de Ambros y Molinaseca, los dos muy cuidados con casas de piedra impresionantes, especialmente Molinaseca y su calle Real repleta de casas blasonadas.
Destaca también el puente con tres de sus arcos románicos y el santuario dedicado a Nuestra Señora de las Angustias, citado frecuentemente en las peregrinaciones jacobeas y muy conocido por ser lugar de paso para los segadores gallegos que antiguamente iban a Castilla y tenían por costumbre clavar su hoz en la puerta de la iglesia para arrancar un trozo de astilla como amuleto para que la Virgen les protegiera. Por esta razón tuvieron que cubrir estas puertas con unas chapas de hierro que todavía existen. Hoy nos lo explicaba Marisa, la señora que abre la iglesia y nos decía que su abuela siempre se lo contaba.
Los 6 o 7 kilómetros que restan hasta Ponferrada se hicieron pesados, como todas las aproximaciones a las ciudades. Además el calor apretaba de lo lindo, ¡hasta Santiago se pegaba una duchita!
Ahora volvemos a casa pero con la idea de seguir y hoy recuerdo lo que Vicen escribía en la primera entrada de este blog, el celebre poema del siglo XIII:
La puerta se abre a todos,
enfermos y sanos,
no solo a católicos,
sino aún a paganos,
a judíos, herejes,ociosos
y vanos; y más brevemente
a buenos y profanos.
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| Foto de Bernardo Busto |
¡Buen Camino!
Enhorabuena por llegar a Ponferrada a pesar de la "bajada"! Todos podemos!
ResponderEliminarFeliz regreso a casa!