Se cuenta que, a principios del siglo XIV, un grupo de peregrinos alemanes llegó hasta el hospital del Crucifijo, que por cierto ya parece que se llamaba así, a pesar de no poseer ninguno.
Llevaban consigo, a modo de penitencia añadida en su viaje, una hermosa imagen de Cristo crucificado.
Uno de sus componentes venía enfermo de gravedad y tuvo que quedarse en el albergue, mientras sus compañeros seguían viaje a Compostela.
A su regreso, el enfermo los esperaba totalmente recuperado y los peregrinos decidieron donar el crucifijo al hospital, como agradecimiento por los cuidados que se habían prestado a su compañero.
Del libro “Leyendas del Camino de Santiago” de Juan G. Atienza
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