Hoy publicamos las vivencias de nuestro compañero Mariano en El Camino Francés, entre Atapuerca y Mansilla de las Mulas.
Aunque anteriormente ya habíamos entrado en Castilla, no fue hasta este año en el que recorrimos la parte de Castilla tal como la imaginamos los asturianos: árida, plana, monótona…
Este año cruzamos la tierra de Campos palentina, y el Páramo leones. Según me contó un lugareño, llevaban un otoño bastante lluvioso y en los campos y los caminos había mucha agua. Si añadimos que el cereal ya empezaba a brotar, el paisaje se veía bastante más verde de lo que me esperaba.
Hubo algunos tramos muy pesados. La etapa entre Fromista y Carrión de los Condes no fue larga, unos 20 kilómetros, pero va toda por un andadero al lado de la carretera.
La del día siguiente, entre Carrión de los Condes y Moratinos, fue la más larga de las que hicimos este año, 30 kilómetros, y con los primeros 17 totalmente llanos y sin ningún pueblo en el que poder beber o comer. Para empeorar las cosas, la autopista pasa a unos 300 m. durante un buen tramo, por lo que ni siquiera se podía disfrutar del silencio.
Para rematar el día, al llegar al alojamiento descubrimos que era el hotel de los horrores. Menos mal que con el cansancio físico y mental de atravesar la llanura, pudimos dormir como troncos. Y el último día, entre Burgo Ranero y Reliegos, otros 12 km también llanos y sin pueblos, igual de pesados. Si hay un sitio donde uno se plantea abandonar el Camino creo que es en etapas como estas.
Lo bueno de estos tramos está al llegar por fin a un pueblo, ya que suele haber reagrupamiento de peregrinos, y se aprovecha para entablar conversación y cambiar impresiones. Y por supuesto la cerveza y la tortilla saben a gloria. De este año lo mejor y más importante, es la amistad y complicidad con mis compañeros de camino y el trato con los demás peregrinos.
Las entradas a las ciudades por el Camino suelen ser bastante pesadas y feas, ya que muchas veces hay que pasar por polígonos industriales, fábricas… pero la entrada a Burgos, es de las mejores que conozco. Escogimos una variante que nos llevó bordeando el aeropuerto (porque en Burgos también hay aeropuerto) hasta el mismo centro, por la orilla del rio Arlanzón.
Es todo un parque, con mucha arboleda, que la gente de la ciudad utiliza para hacer deporte, pasear o mantener el colesterol a raya. Visitamos la catedral y recorrimos un poco su casco antiguo. Pero Burgos siempre merece una visita más pausada. También guardo buen recuerdo del mojito que tomamos después de cenar en la Plaza Mayor. Memorable.
De la que salíamos de Burgos, también por el parque al lado del río, pasamos por la zona universitaria, que nos pareció interesante.
Me gustó mucho el tramo entre Hontanas y Fromista, que adelanta un poco lo que nos vamos a encontrar más adelante: la meseta en toda su extensión. Antes de Hontanas, fue donde tuvimos el primer contacto con otros peregrinos este año, ya que hasta aquí no habíamos visto a ninguno. Ya en el pueblo tuvimos uno de esos momentos especiales del camino, con reunión de peregrinos y con Jacob, un chico polaco tocando de maravilla una pequeña guitarra.
De Hontanas a Castrojeriz, es una de las partes que más me gustaron, con la sorpresa de pasar por el interior del Convento de San Antón, que atraviesa la carretera. Castrojeriz es un pueblo muy “guapu” y cuidado.
Como llegamos bastante temprano, y con fuerzas, me apeteció subir al castillo, y pude disfrutar de un atardecer espectacular. Entre Castrojeriz y Fromista, otro tramo de la llanura castellana, pero una etapa muy guapa, con un par de altos desde los que se ve un panorama espectacular.
En esta etapa fue donde vimos los primeros peregrinos coreanos. Ya nos habíamos fijado hace tiempo que hay muchos jóvenes orientales haciendo el Camino, y la mayoría son coreanos. Nos extrañaba. Al parecer a los universitarios coreanos les dan créditos por hacer el Camino pero para conseguirlos tienen que llevar la credencial sellada. Como aquí tienen fácil acceso al alcohol, en ocasiones en los albergues tienen que ponerse un poco serios, y amenazar con no sellársela si no se comportan.
Para acabar la etapa, cerca ya de Fromista, se va un buen tramo al lado del Canal de Castilla, con las espectaculares esclusas que permitían salvar el desnivel a las barcazas que navegaban por él transportando el cereal de la zona, hasta 400 al día.
Una vez en el pueblo, destaca la maravillosa iglesia de San Martín, que a mi parecer destaca por sus proporciones y su decoración, a pesar de la desastrosa reconstrucción que por lo visto se hizo.
Otra cosa que nos llamó la atención, son las iglesias que tienen estos pueblos. Ya puede ser pequeño, que la iglesia es monumental. Y suelen tener unos retablos o imágenes espectaculares. De las que pudimos visitar destacan la de Hornillos del Camino, Ítero de la Vega, o la de Santa María del Camino, en Carrión de los Condes y alguna en Sahagun, que ya no están dedicadas al culto y ahora son museos.
La de Santiago, también en Carrión, o la espectacular iglesia-fortaleza de Villalcazar de Sirga, nos hubiera gustado visitarlas pero estaban cerradas. Me llamaron la atención un par de monumentos a la crueldad humana que vimos en el recorrido y que no había visto nunca: los rollos de justicia de Ítero de la Vega y de Boadilla del Camino en los que, según el cartel que había al lado del último, “se ataba a los condenados antes de juzgarlos”.
En el último alojamiento en el que estuvimos, el albergue “Santa Clara” en Bercianos del Camino, la hospedera nos comentó, contestando a una pregunta nuestra, que de todos los que pasan por su albergue, los más mal educados y que peor se comportan son los españoles. Penoso.
Texto de: Mariano Sariego.
Nunca estuve allí pero me hablaron unos amigos que te lo pasas en grande, espero poder ir pronto porque hay muchas zonas preciosas! Un saludo guapos!
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